¿Quién controla la ciencia? Un vistazo al poder detrás de la indexación académica
- manglareditores8
- 10 abr
- 3 Min. de lectura

En el mundo académico, pocos elementos generan tanta influencia como las bases de datos de indexación. Entre ellas, Scopus ocupa un lugar destacado. Utilizada por universidades, agencias de calidad y organismos de financiamiento, esta plataforma se ha convertido en un parámetro clave para determinar qué investigaciones circulan, cuáles se citan y, por extensión, qué autores y revistas adquieren prestigio.
Sin embargo, detrás de esta estructura aparentemente neutral y técnica, existe un debate creciente sobre la concentración editorial y el acceso al conocimiento.
El papel de Scopus en el ecosistema científico
Scopus actúa como una especie de curador global del conocimiento. Recoge, clasifica y mide la producción científica de miles de revistas, libros y conferencias. En muchas partes del mundo, figurar en esta base de datos se ha vuelto una condición para obtener financiamiento, avanzar en carreras académicas o lograr la acreditación de programas de estudio.
Pero la presencia en Scopus no es automática. Las publicaciones deben pasar por un proceso de evaluación que considera aspectos como la calidad editorial, la regularidad de publicación, la visibilidad internacional y la claridad del enfoque académico. Aunque estos criterios son comprensibles, también han sido objeto de observación por parte de editoriales pequeñas, revistas universitarias y colectivos académicos que enfrentan dificultades para ser incluidos.
Las grandes editoriales y el sistema de indexación
Uno de los puntos que más ha llamado la atención es que las revistas de ciertas editoriales —generalmente multinacionales— parecen tener más facilidades para ser indexadas, mantenerse en la base de datos y gozar de mayor visibilidad. Esto ha generado inquietud sobre el grado de influencia que pueden ejercer las editoriales comerciales sobre la validación académica.
Además, muchas de estas editoriales no solo publican el contenido, sino que también operan las métricas de impacto, lo que cierra el círculo entre publicación, evaluación y posicionamiento. Aunque no se trata de una práctica explícita de exclusión, sí refleja una estructura asimétrica en la forma en que circula el conocimiento.
La situación de las revistas universitarias e independientes
Para las revistas universitarias, especialmente las de países en desarrollo, el camino hacia la indexación puede ser largo y lleno de obstáculos. La calidad de los artículos, el compromiso de los editores y el rigor académico están muchas veces presentes, pero la falta de recursos técnicos, la ausencia de una fuerte estrategia digital o la escasa internacionalización pueden dejar a estas publicaciones fuera del radar de las grandes plataformas.
Esto no implica necesariamente una menor calidad, pero sí una menor capacidad de visibilidad y, por tanto, de impacto medido por citas. En la práctica, muchas publicaciones valiosas quedan excluidas del circuito que define el prestigio científico, generando un desequilibrio entre la producción local y la validación global.
La evaluación continua y sus implicaciones
Scopus realiza procesos de revisión constante para mantener el estándar de sus publicaciones indexadas. Aquellas que no cumplen con ciertos parámetros pueden ser descontinuadas, aunque su contenido previo permanece visible. Este mecanismo asegura un control de calidad, pero también puede derivar en incertidumbre para revistas pequeñas que no logran mantener niveles altos de citación o visibilidad internacional, a pesar de su relevancia regional o temática.
¿Hacia dónde se dirige la ciencia?
El sistema actual de indexación y evaluación ha sido útil para estandarizar criterios y facilitar la circulación del conocimiento. No obstante, también ha generado preguntas importantes sobre el acceso equitativo, la diversidad epistemológica y el papel de las editoriales en la construcción del prestigio académico.
Frente a este panorama, surgen iniciativas alternativas, repositorios de acceso abierto y movimientos por una ciencia más colaborativa, que buscan equilibrar el mapa del conocimiento y abrir nuevas rutas de validación más inclusivas.
Más que rechazar el sistema actual, tal vez el reto esté en complementarlo, enriquecerlo y cuestionar con rigor las estructuras que determinan qué ciencia se ve, se valora y se reconoce.
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